La gloria de esta santa está unida a dos instituciones de mucha actualidad: la educación de las futuras madres de familia para restablecer la célula familiar y la creación de una institución religiosa flexible.
Ángela nació en Desenzano, al norte de Italia, en 1474, en una familia pobre pero muy cristiana. Desde su infancia se sintió inclinada a la vida piadosa. Le gustaba leer la vida de los santos del desierto, cuya duras penitencias trató de imitar a su modo.
La vida la probó duramente: huérfana de padre y poco después de madre, perdió a una hermana a quien amaba mucho. Fue entonces entregada a un tío, en la vecina ciudad de Saló. Se cuenta que en el tiempo en que aún vivía con la hermanita en la casa del tío, movida por el deseo de imitar a los eremitas del desierto, abandonó clandestinamente con su hermana la casa y se escondió en una gruta, a dos horas de camino de Saló. Después de una larga búsqueda, fue descubierto su paradero y llevada nuevamente de vuelta al hogar.
Tras la muerte de su hermanita y su tío, Ángela, en plena juventud, volvió a su ciudad natal con el deseo secreto de hacer algo para educar a las niñas y jóvenes, sobre todo a las que estaban expuestas a peligros morales. Fue en este periodo que Ángela tuvo una visión. Vio una multitud de doncellas rodeadas de una luz celestial que traían coronas en la cabeza y lirios en las manos, acompañadas por ángeles, subiendo una escalera cuyo extremo terminaba en el cielo. Al mismo tiempo oyó una voz que le decía: “Ángela, no dejarás la tierra mientras no hayas fundado una unión de doncellas igual a la que acabas de admirar”. Ángela vio en esto una señal divina.
Con un grupo de jóvenes visitaba las cárceles, los hospitales, cuidaba a los pobres y abandonados. Impresionada por la decadencia de las costumbres familiares, consecuencia del espíritu pagano originado por el Renacimiento, comenzó a concentrar sus esfuerzos en la educación de las niñas y jóvenes, de quienes dependería, ampliamente, la salud moral de las familias.
Atacó los males de su tiempo en el punto más vulnerable. Con sus jóvenes, a quienes llamó Siervas de Santa Ursula, dio inicio a la educación y formación de niñas y jóvenes. Ángela dio a su institución religiosa un estilo bastante ágil, flexible, sin tantas estructuras, adaptable a las diversas exigencias de los tiempos y los lugares, con un ánimo de vida comunitario. Fue, por lo tanto, una innovadora de la vida religiosa femenina.
Al inicio de su obra y con el fin de atraer mayor asistencia divina, Ángela hizo una peregrinación a Tierra Santa, viaje pesado y peligroso en aquellos tiempos. De hecho enfermó y perdió la vista, así que no vio nada más que con los ojos de la fe. En el viaje de regreso, el barco perdió el rumbo y atracó en la isla de Candía. Allí, cerca del puerto, había un santuario que conservaba un crucifijo milagroso. Ella se dirigió hasta el lugar y pidió a Nuestro Señor que le restituyese la vista. Su oración fue escuchada y ella se levantó curada. Para demostrar su gratitud, más tarde hizo una romería a Roma, con ocasión del Jubileo de 1525. el Papa Clemente VII la recibió en audiencia, examinó sus proyectos y bendijo su obra, que parecía haber sido impuesta por la Divina Providencia.
Santa Ángela murió el día 27 de enero de 1540. Habiendo Dios glorificado con muchos milagros la tumba de su sierva, San Carlos Borromeo inició el proceso de beatificación, que concluyó en 1768. El Papa Pío VII la canonizó en el año de 1807.